12/9/10

Ash y Mathilde

Tumbada a mi lado, con mi camisa a cuadros y los ojos cerrados. La observaba como cada noche, empapada en sudor y el olor de mi colonia impregnando su pelo. Más sexy que nunca y tan apetecible como siempre. La camisa abierta dejaba ver el lunar en forma de corazón que tenía en el pecho, el mismo que mordí hacía ya dos horas. En aquel estado, aquella posición, aquel lugar y aquel momento, podía acabar el mundo que no me enteraría. Solo tenía oídos para tu respiración ahora relajada y acompasada, era la banda sonora de mi vida y la que escuchaba siempre. Nunca fui un tío romántico ni empalagoso, no me gustaban las tías fáciles y me encantaban las chicas con gran personalidad. Costaba encontrar una chica así en aquel tiempo.

Recuerdo el día en el que, casi sin conocerme, me invitó a montarme en su bañera voladora y viajar hasta la estrella de Peterpan y yo acepté. Y caí rendido a sus pies, solo para servirla a ella.

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